Más Dermatología, n.º 41

Más Dermatol. 2023;41:3-4 doi:10.5538/1887-5181.2023.41.3 4 EDITORIAL Los niños y los adolescentes hablan mediante el cuerpo Loro Pérez M Tienen etiología común y están concebidos dentro de la quinta edición del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) en una misma categoría diagnóstica: trastornos obsesivo-compulsivos. Este grupo de trastornos se caracteriza por la presencia de dos elementos clave: obsesiones y compulsiones. Las obsesiones se definen como imágenes, ideas o impulsos que aparecen en la mente del individuo de manera involuntaria e indeseada y provocan, por lo tanto, un nivel elevado de estrés. No es criterio para el diagnóstico que la persona sea consciente de sus propias obsesiones, por lo que podemos encontrarnos ante personas con un bajo nivel de capacidad introspectiva que no son capaces de identificar de manera concisa sus obsesiones, sino únicamente capaces de experimentar la angustia que estas provocan4. Las compulsiones son aquellas conductas o actividades, frecuentemente de carácter estereotipado, que la persona lleva a cabo con el fin de aliviar la angustia y tensión que provoca la idea obsesiva. Es la forma que encuentra el individuo de encontrar calma y control en su mundo interno, un refugio ante la hostilidad que su propio pensamiento le plantea. Cuando el individuo se encuentra bajo una situación de estrés acusada, observaremos que las conductas compulsivas aumentarán en intensidad y frecuencia, de lo que podemos inferir que la intensidad y la frecuencia de las obsesiones se han incrementado también4. Las compulsiones en los niños provocan un inminente estado de alarma en sus padres, quienes no comprenden, al no ser partícipes de este, el mecanismo de alivio del malestar que están ejecutando sus hijos. Demandan al niño una calma («no te rasques», «no te muerdas las uñas», «deja de arrancarte el pelo») que el niño no puede activar, al no poseer aún un abanico de estrategias más sofisticado. Devuelven entonces los adultos una mirada desaprobatoria a su hijo, la mirada que recibe el niño «no sano», la cual aumenta la ansiedad del niño. Se encuentran así los padres ante la angustia de su propio conflicto: la confrontación entre el niño ideal, el niño sano, frente al niño real, el niño enfermo, al que demandan una calma ante la angustia que ellos mismos no pueden experimentar2. BIBLIOGRAFÍA 1. Franz A. El enfoque psicosomático en medicina. En: Psiquiatría dinámica. Buenos Aires: Editorial Paidós; 1962. p. 309-32. 2. Rotenberg E. La piel: bebés, niños, niñas y adolescentes hablan con su cuerpo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Lugar Editorial; 2021. 3. Marty P, M’Uzan M, David C. La investigación psicosomática. 3.ª ed. Barcelona: Biblioteca Nueva; 1963. 4. American Psychiatric Association - APA. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales DSM-5. 5.ª ed. Madrid: Editorial Médica Panamericana; 2014.

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