Artículo de revisión
Eduardo López Vera
10.5538/1887-5181.2025.52.23
La limpieza facial constituye uno de los primeros pasos en el abordaje del acné: con dos lavados suaves al día, se eliminan el exceso de sebo, las células muertas y las bacterias sin comprometer la barrera cutánea. Usar limpiadores de pH ligeramente ácido que incluyan ciertos principios activos en los limpiadores puede potenciar su acción comedolítica y regular el microbioma, a la vez que respetan la integridad de la barrera cutánea, lo que se relaciona con mejores resultados del tratamiento y menos lesiones activas. Esto posiciona a la limpieza como un gran coadyuvante en el tratamiento del acné.
El acné es una enfermedad inflamatoria crónica del folículo pilosebáceo de curso en brotes y predominio en la adolescencia. Sin embargo, no es específica de este grupo de edad, ya que podemos encontrar desde casos pediátricos con acné infantil o juvenil, hasta el acné de la mujer adulta, cada vez más prevalente1. Se trata de una enfermedad con importante comorbilidad psicológica, y que no necesariamente se asocia a la gravedad objetiva de las lesiones del propio acné, sino a la autopercepción del paciente, afectando de forma significativa al rendimiento académico/ laboral y las relaciones interpersonales e, incluso, a su entorno, lo que disminuye considerablemente la calidad de vida de estos pacientes2,3.
Existen diferentes vías patogénicas reconocidas en el acné: exceso de sebo, alteración en la queratinización, colonización bacteriana por Cutibacterium acnés (C. acnes) e inflamación del folículo1. Los productos de cosmética dermatológica han adquirido importancia de forma creciente en la consulta de dermatología y, actualmente, existen principios activos cosméticos que pueden usarse tanto en monoterapia como en combinación con tratamiento médico, con el objetivo de controlar los brotes y prevenir la aparición de cicatrices3.
Los limpiadores faciales son cosméticos que se prescriben para el acné en la consulta de dermatología con frecuencia y, habitualmente, de inicio. Sin embargo, actualmente, faltan consenso y protocolos dirigidos sobre el tipo de limpiador que debe usarse y su pauta. En este artículo, se realiza una breve revisión sobre los aspectos claves de la higiene facial en el acné.
La limpieza facial consiste en eliminar la suciedad, las células muertas, la acumulación de productos en la piel y el sudor. Se realiza con principios activos limpiadores como jabones, limpiadores espumosos, aguas micelares, geles, exfoliantes, etc.
Los limpiadores llevan a cabo su acción mediante surfactantes, moléculas de cabeza hidrófila y cola lipófila, que, gracias a su doble afinidad, pueden situarse en las interfaces y formar agregados o micelas que capturan la suciedad y el exceso de sebo. Esto permite emulsionar y eliminar la suciedad, grasas producidas por las glándulas sebáceas, queratinocitos exfoliados y microorganismos. Sin embargo, también pueden unirse a componentes de la epidermis, pudiendo generar alteraciones en la barrera cutánea y disminuir la capacidad de la piel de conservar agua, al eliminar elementos beneficiosos como las ceramidas y los cerebrósidos3.
Los surfactantes se dividen en función de su carga en aniónicos, catiónicos o no iónicos. Los jabones clásicos contienen surfactantes aniónicos, de un pH más básico, y barren con efectividad el sebo en la piel, pero también producen una importante alteración en la barrera cutánea, al originar sequedad, aumento del pH cutáneo y colonización bacteriana secundaria a estos cambios, y los surfactantes catiónicos se usan en higiene capilar3. Los limpiadores syndet (del inglés, synthetic detergents), con tensoactivos anfóteros o no iónicos, limitan la pérdida transepidérmica de agua (TEWL; del inglés, transepidermal water loss) a ⩽10 % (menos sequedad), en comparación con el 30 % que pueden a llegar a aumentar los jabones alcalinos (más sequedad)4. Además, se ha demostrado que estos limpiadores syndet no aumentan los síntomas de sequedad, quemazón, picor, eritema y escozor en los pacientes con acné, y los disminuyen en pacientes con rosácea5.
Por ello, se recomienda que todos los limpiadores que se usen en pacientes con acné sean de pH ácido, soap-free o syndet, que no contengan abrasivos o alcoholes, y sean de fácil aclarado3,4.
Existe una amplia gama de limpiadores con distintos principios activos cosméticos que permiten individualizarlos para las necesidades de cada paciente, ya sea como adyuvantes en un tratamiento tópico con necesidad de controlar el exceso de sebo e inflamación o en pacientes que presentan sequedad cutánea intensa derivada del tratamiento médico del acné, donde se buscarán limpiadores con residuo humectante o ceramidas que ayuden a disminuir la TEWL6. A continuación, se exponen algunos principios activos con evidencia científica:
La inclusión de estos principios activos en limpiadores permite una exposición corta, pero diaria, reforzando el tratamiento tópico posterior sin incrementar pasos en la rutina.
Como se ha comentado previamente, cuando se emplean syndets acidificados (pH = 4,5-5,5), la barrera cutánea recupera más rápidamente su cohesión lipídica y reduce la TEWL, gracias a que las enzimas encargadas de generar ceramidas (β-glucocerebrosidasa y esfingomielinasa ácida) funcionan en un entorno ligeramente ácido7,9. Además, en modelos de dermatitis atópica, el pH ácido atenúa la sobreactivación del recetor de tipo Toll-2 (TLR-2; del inglés, Toll-like receptor 2) en queratinocitos frente a ligandos bacterianos, lo que se traduce en una menor liberación de citocinas proinflamatorias (interleucinas IL-6 e IL-8, y factor de necrosis tumoral alfa [TNF-α; del inglés, tumor necrosis factoralpha], etc.), lo que podría extrapolarse a la alteración de los pacientes con acné10. Al preservar la estructura de la barrera cutánea, limitar la actividad de proteasas que degradan desmosomas, y aportar ceramidas, estos limpiadores contribuyen a una piel menos reactiva y más resistente frente a agresiones microbianas y ambientales5,6.
La piel sana mantiene un equilibrio microbiano en el que C. acnes, Staphylococcus epidermidis (S. epidermidis) y otras especies conviven sin causar inflamación; en el acné, ciertos ribotipos de C. acnes (RT4, RT5, RT8 y RT10) y un aumento de Staphylococcus aureus (S. aureus) rompen este equilibrio, asociándose a brotes y gravedad clínica, mientras que una mayor variedad bacteriana (diversidad alfa) se vincula a mejoría de las lesiones11.
Diversos tratamientos en consulta se centran en la proliferación de C. acnes en el folículo: antibióticos del grupo de las tetraciclinas, o principios activos como el peróxido de benzoílo, que, aplicado de forma tópica en crema, tiene efecto bactericida, bacteriostático y seborregulador. Sin embargo, aplicaciones prolongadas al 5 % de este compuesto pueden alterar la composición bacteriana del microbioma y, aunque disminuyen la población de C. acnes y S. aureus, reducen la diversidad del microbioma tras 12 semanas de tratamiento8,11.
La limpieza facial habitual podría modificar el microbioma, al disminuir el sebo y los lípidos cutáneos, entorno favorecedor para el crecimiento de C. acnes. Existen estudios que evalúan el efecto del peróxido de benzoílo al 4 % como principio activo en limpiadores faciales, demostrando reducir significativamente el recuento de lesiones inflamatorias sin afectar a la diversidad alfa del microbioma, lo que sugiere un efecto antimicrobiano selectivo contra patógenos sin dañar la comunidad global8,11.
Diversos estudios han encontrado resultados positivos del lavado facial en la reducción del número de lesiones y la prevención de nueva aparición de lesiones de acné, efectos atribuidos a la eliminación del exceso de sebo y a la prevención de la oclusión folicular12. Sin embargo, también se sabe que una limpieza exagerada e intensiva en exceso pone en riesgo la integridad de la barrera cutánea y es causa de sequedad. El ensayo aleatorizado de Choi et al. demostró que dos lavados al día con un limpiador suave reducen los comedones un 20 % en comparación con un lavado, mientras que cuatro lavados no añaden beneficio y aumentan la sequedad13. Estos resultados respaldan la pauta de mañana y noche. Además, se añade que el masaje debe durar 30‑40 segundos, con agua templada (<35 °C) y secado suave, evitando cepillos abrasivos, que incrementan la TEWL4,5. Otros autores recomiendan, además, el empleo de hidratantes faciales tras el uso de limpiadores; si bien, también podrían utilizarse limpiadores con residuo humectante y ceramidas en pacientes con una piel no excesivamente grasa12.
La adherencia es un factor decisivo en la evolución del acné. La Global Alliance señala que los medicamentos solo funcionan si el paciente los aplica tal como se le indica, y propone dedicar los primeros segundos de la consulta a comprobar ese cumplimiento y a explicar una rutina simple de «limpiartratar- hidratar»14. En la práctica real, un estudio observacional con más de 13 000 pacientes confirmó que la adherencia mejora cuando el plan incluye limpiadores syndet y cremas hidratantes, y cuando el paciente entiende la finalidad de cada paso y percibe mejoría clínica15. Por el contrario, la creencia de que el acné se debe a «suciedad» impulsa limpiezas agresivas, que dañan la barrera cutánea, aumentan la irritación y llevan al abandono de los tratamientos tópicos3. Simplificar la pauta y desmontar estos mitos resulta, por tanto, esencial para mantener la adherencia y lograr un control estable de la enfermedad.
En resumen, la evidencia disponible confirma que la higiene facial con limpiadores syndet acidificados (pH = 4,5-5,5) protege la barrera lipídica y reduce la TEWL frente a los jabones alcalinos, sin inducir irritación significativa4,7. La pauta óptima sigue siendo de dos lavados suaves al día: un solo lavado resulta insuficiente y más de dos no aporta beneficio adicional e incrementa la sequedad13. Incorporar principios activos seborreguladores y antimicrobianos (por ejemplo, ácido salicílico o peróxido de benzoílo) en fórmulas wash-off potencia la acción comedolítica y reduce la población de C. acnes sin alterar la diversidad microbiana global8. Además, la adherencia mejora cuando la rutina se simplifica a «limpiar-tratar-hidratar» y se complementa con cosméticos de soporte, lo que se traduce en mayor satisfacción, menos abandonos y mejor calidad de vida14,15. Por último, harían falta estudios comparativos y guías actualizadas que analicen la relación de coste-efectividad de los distintos tipos de limpiador y su impacto a largo plazo sobre el microbioma cutáneo y la prevención de cicatrices para afinar una prescripción verdaderamente personalizada.